Tras meses de someterse tácitamente a los designios médicos sobre su ajado cuerpo, el Hombre Insignificante recibió los resultados en un sobre sellado de la medida de varias radiografías y demás pliegos escritos en jerga quirúrgica, y sin leerlos los escondió bajo el brazo.
El Joven, al ver a su abuelo convertido en la antítesis de un infante curioso, preguntó por la razón, pero no obtuvo respuesta, ni moraleja.
De modo que pasó el tiempo, y andando decidieron sentarse en un banco cualquiera de cualquier parque, como dos personas que entre semana se escaquean de sus obligaciones menos obligatorias, y encuentran en lo cotidiano el lugar donde respirar hondo hasta sentir ese limpio anhelo dentro en sus pulmones.
Y nadie miró el reloj mientras hablaron de un día pretérito cualquiera, en el que el abuelo siendo joven se encontró en el motor de su coche a un gato hecho un ovillo, de como éste le miró más atemorizado que confuso a los ojos, y pegó de repente un brinco, resuelto, arrojándose directo al enlucido de la pared más cercana, una pared que por supuesto ya no existe.
Four New Releases on New Amsterdam Records
10 hours ago

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